Tombuctú. Djenné. Koumbi Saleh. Durante siglos, el Sahel contó con algunas de las civilizaciones más influyentes de África. En una estrecha franja de tierra semiárida al sur del Sahara, el Sahel atrajo tanto a árabes en busca de oro de Sudán como a europeos que buscaban esclavos de África occidental. Las dos influencias se fusionaron con las nativas , creando un área culturalmente compleja. El Sahel es ampliamente francófono, islámico y toma su nombre («orilla») del árabe.
Pero la región, uno de los lugares más pobres y más dañados ambientalmente del mundo, tiene serios problemas. En el decenio de 1970, el Sahel capturó la atención internacional cuando la sequía y el hambre mataron a casi 200.000 personas. Aunque las condiciones han mejorado desde entonces, aún no se ha sacudido un círculo vicioso de erosión del suelo, riego insuficiente, deforestación, superpoblación, desertificación y sequía. como el legendario Tombuctú de Malí, ahora son más del Sahara que del Sahel.
A medida que el medio ambiente se ha resentido, la lucha por los ingresos se ha intensificado. Las líneas étnicas que dividían muchas ocupaciones tradicionales (pastores y agricultores) se han difuminado, a menudo provocando un derramamiento de sangre. En lugar de quedarse en la tierra, los trabajadores rurales ahora se dirigen a las ciudades.Dakar (Senegal), Ougadougou (Burkina Faso), Niamey (Níger) y Bamako (Mali) ahora albergan alrededor del 25 por ciento de la población del Sahel y cada año crecen otro cinco por ciento. Las alcantarillas abiertas son comunes, y la electricidad, el agua corriente y la recolección de basura son muy poco frecuentes.
Para aliviar la tensión, las tierras del Sahel deben ser restauradas, creen las agencias internacionales de desarrollo. Los proyectos de riego y plantación de árboles de Ambitio salpican el Sahel, alimentando esperanzas. ¿Tendrán éxito? Por ahora, la respuesta sigue siendo dudosa.