Definición y metodología
Ampliamente utilizado por científicos, empresas, gobiernos, agencias, organizaciones de la sociedad civil y personas que trabajan para monitorear el uso de recursos ecológicos y promover la sostenibilidad, la huella ecológica (EF) representa la cantidad de tierra y el área de agua necesaria para producir los recursos que consume un individuo, población o actividad y para absorber y hacer inofensivos los residuos correspondientes, dadas las tecnologías y prácticas de manejo de recursos imperantes. Luego, esta área se puede comparar con la cantidad de área productiva disponible para generar estos recursos y absorber los desechos (particularmente el dióxido de carbono).
El método de cálculo del FE implica una contabilidad de la demanda combinada de recursos ecológicos, expresada como el área promedio global necesaria para sustentar la actividad humana. Un componente importante de esto, particularmente para los países ricos, es la inclusión de la cantidad de tierra con nueva vegetación que hipotéticamente absorbería las emisiones de dióxido de carbono, en contraste con la tierra realmente utilizada para alimentos o madera. (En realidad, sin embargo, una gran parte de las emisiones de dióxido de carbono producidas por el hombre no se absorben mediante la fotosíntesis en la tierra, sino que son absorbidas por los océanos, y aproximadamente la mitad se acumula en la atmósfera, lo que provoca el aumento del efecto invernadero). En los cálculos de EF, la tierra es escalado de acuerdo con su productividad biológica. Esta escala permite comparar ecosistemas con diferente bioproductividad y en diferentes áreas del mundo en la misma unidad, una hectárea global (gha). En las cuentas del FA se consideran seis tipos principales de uso de la tierra: tierras de cultivo, tierras de pastoreo, caladeros, bosques para obtener madera y leña, bosques para la absorción de dióxido de carbono y tierras edificadas. Para todos los tipos de uso de la tierra, existe una demanda en el área, así como una oferta de dicho área. Por lo general, la FE de una población se calcula desde una perspectiva de consumo, es decir, mide la tierra demandada por el consumo final de los residentes del país. Esto incluye el consumo de los hogares, así como su consumo colectivo de artículos, como escuelas, carreteras, etc.
Aplicación y uso
Las métricas como el EF son una herramienta útil en la sostenibilidad debate, ya que permiten dar una representación atractiva (en términos de hectáreas), fácil de captar, del uso actual de los recursos naturales. Por ejemplo, utilizando un análisis de EF, Wackernagel y sus colaboradores (1996; 2002) estiman cuántos planetas Tierra se necesitarían para mantener a la humanidad si todos vivieran un estilo de vida determinado. Según el Atlas de la Huella Ecológica de 2009 de la Red Global de la Huella (Ewing et al., 2009), en 2006, el FE total de la humanidad fue de 17,1 mil millones de hectáreas globales (ha); con una población mundial de 6.600 millones de personas, la huella de una persona promedio fue de 2.6 hectáreas globales. El área de tierra y agua biológicamente productiva en la Tierra se estimó en aproximadamente 11.9 mil millones de hectáreas, o 1.8 gha por persona. Este rebasamiento de aproximadamente el 40 por ciento significa que, en 2006, la humanidad habría utilizado el equivalente a 1,4 Tierras para sustentar su consumo (y eliminar el dióxido de carbono). Las comparaciones globales también muestran claramente las desigualdades en el uso de recursos en todo el mundo. La FE per cápita es una forma de comparar el consumo y los estilos de vida. Mientras que un habitante promedio de Bangladesh o Nepal consume 0.5 gha por año (en 2006), un chino promedio consume 1.8 gha y un estadounidense promedio 9.0 gha.
Inquietudes
EF puede informar la política examinando hasta qué punto una nación, una región o una ciudad usa más (o menos) de lo que está disponible dentro de su territorio, o hasta qué punto el estilo de vida de la nación sería replicable en todo el mundo. También puede ser una herramienta útil para educar a las personas sobre la capacidad de carga y el consumo excesivo, con el objetivo de influir en el comportamiento individual. EF también se puede utilizar para resaltar la (des) sostenibilidad de estilos de vida individuales, bienes y servicios, organizaciones, sectores industriales, vecindarios, ciudades, regiones y naciones. Sin embargo, mientras que EF es un indicador intuitivamente atractivo (fácil de comunicar y comprender), como indicador único, no puede ilustrar la complejidad de estos impactos y sus interrelaciones, en particular, con respecto al cambio de carga entre diferentes tipos de impactos. Además, dos cuestiones importantes no se abordan adecuadamente en los cálculos de FE. Primero, ¿cuánta tierra debería dedicarse al mantenimiento de especies «silvestres»? En segundo lugar, ¿por qué expresar el problema de las emisiones excesivas de dióxido de carbono en términos de terrenos hipotéticos necesarios para absorberlo?Por lo tanto, la evaluación de la sostenibilidad no debe depender del uso de una sola herramienta o indicador, sino de un conjunto de indicadores que cubran diferentes perspectivas y dimensiones de la sostenibilidad. Véase, por ejemplo, el Informe Planeta Vivo bienal de WWF. EF puede ser una herramienta poderosa y útil en este contexto.
Wackernagel, M. y W. Rees (1996) Our Ecological Footprint: Reducing Human Impact on the Earth. New Society Publishers.
Para obtener más información:
Best, A., S. Giljum, C. Simmons, D. Blobel, K. Lewis, M. Hammer, S. Cavalieri, S. Lutter y C. Maguire (2008) Potential of the Ecological Footprint para monitorear los impactos ambientales del uso de recursos naturales: Análisis del potencial de la Huella Ecológica y herramientas de evaluación relacionadas para su uso en la Estrategia Temática de la UE sobre el Uso Sostenible de Recursos Naturales. Informe a la Comisión Europea, DG Medio Ambiente.
Esta entrada del glosario se basa en una contribución de Paula Antunes
Editores del glosario EJOLT: Hali Healy, Sylvia Lorek y Beatriz Rodríguez-Labajos