Publicado el 4 de diciembre de 2019
Aunque A menudo se usan indistintamente, «gracia» y «misericordia» difieren de muchas maneras.
En pocas palabras, son dos caras de la misma moneda. La gracia es un regalo que no merecemos, mientras que la misericordia no es recibir el castigo que merecemos.
¿Suena confuso? Vamos a desglosarlo poco a poco.
En el diccionario, la gracia se define como buena voluntad cortés. Es decir, no se pide ni se merece, sino que se da gratuitamente. La misericordia, por otro lado, es la compasión y la bondad mostradas hacia alguien a quien está en el poder de castigar o dañar. Es un acto destinado a aliviar a alguien de su sufrimiento.
Digámoslo de esta manera: supongamos que alguien intenta robar tu casa. Aprendiste que el ladrón estaba en una situación desesperada y no tenía la intención de hacer ningún daño. En lugar de llamar a la policía, eligió perdonar al ladrón y dejar ir el asunto, eso es misericordia. Luego le diste algo de comida y algunos dólares para que pasara este momento difícil, eso es gracia.
En un mundo donde los errores se castigan rápidamente y la buena voluntad es solo para los dignos, la gracia y la misericordia son un necesidad absoluta.
Gracia versus misericordia en el cristianismo
Una de las historias más destacadas de la Biblia es la del rey David. A pesar de ser un gran gobernante, fue un fornicario y un adúltero. Pero él no está solo. Muchos otros personajes bíblicos han hecho algo terrible en algún momento de sus vidas. Saúl era un incrédulo, Moisés era un incrédulo y Jacob era un mentiroso.
A pesar de esto, Dios los hizo su testigo y los usó para lograr Su propósito. No solo los perdonó, sino que también les otorgó un favor inmerecido.
Como estos personajes bíblicos, todos somos receptores de la misericordia y la gracia de Dios. A pesar de haber pecado una y otra vez, nos ha mostrado bondad y compasión. Incluso envió a su único hijo para que todos podamos ser salvos, un acto de gracia que no merecemos.
En la teología cristiana, la gracia a menudo se clasifica en dos tipos: gracia común y salvadora. El primero es universal. Es la gracia de Dios para toda la humanidad, independientemente de su fe en Él. Ejemplos de gracia común son la belleza de la creación, la vida que disfrutamos y los recursos que se nos proporcionan.
Una gracia salvadora, mientras tanto, es la que proporciona salvación a una persona. Este tipo de gracia se manifiesta en el mismo Jesucristo, a quien envió para salvarnos a todos. (Relacionado: 5 veces que Jesús nos enseñó sobre la bondad)